martes, 15 de julio de 2014

Cuando alguien señala el sol, el tonto mira al dedo





La Bestia es muy mala. Es una máquina infernal que destroza vidas, familias, sueños, proyectos. Literalmente hablando, amputa y rompe. He conocido a muchas personas que la han vivido desde arriba, por haberse montado en ella, que no quieren ni siquiera volver a hablar de tremenda caravana del demonio. Pero La Bestia no tiene toda la culpa. Es “simplemente” un brazo ejecutor del podrido sistema.

Estos días EEUU ha levantado la voz. Ver como los medios de comunicación de la comunidad internacional se hace eco de la cantidad de niñas y niños migrantes que recluye en centros de internamiento para migrantes o deporta debido a la afluencia masiva tras sus fronteras, ha sido suficiente para que le surja un pequeño rubor y gire la mirada hacia otro lado desviando la verdadera magnitud del problema. EEUU grita excusas, México recibe la culpa y la despeja rápidamente como buen y obediente lacayo, a los países centroamericanos productores del flujo migratorio que aborda a La Bestia y cruza, o lo intenta, este bendito país en pos del cada vez más pesadillesco sueño americano. México dice ahora que va a impedir que losmigrantes suban a La Bestia. Estamos a la espera de ver qué significa eso y cuál es el reflejo en un movimiento migrante que es imparable, pase lo que pase.  
  
  


Hemos debatido mucho sobre este tema. Estamos hartos de filosofar sobre cómo se puede abordar adecuadamente el problema migratorio que desangra Centroamérica y que tanto molesta de cuando en cuando al gran gigante del norte. Evidentemente, no somos quiénes ni tenemos soluciones para algo que ignora sistemáticamente la comunidad internacional. Lo único claro es que sentimos cómo alguien ha señalado la luna y el tonto ha mirado el dedo. La Bestia está rodeada de intereses mayores a cualquier disposición que pueda aportar el Gobierno Mexicano. Probablemente será imposible impedir que quien quiera, se suba en ella. A muchas personas les va la vida en subirse y a muchas otras, el negocio en que suban. La escasa velocidad que lleva La Bestia hace que hasta alguien como yo se pueda subir en marcha sin problemas. Y, si se diera el caso de conseguir que La Bestia viaje sin nadie en sus lomos, esto no acabaría con el flujo migratorio, sino que abriría otras rutas mucho más diversificadas y peligrosas. Mirar el dedo cuando se señala a la luna es de tontos que no ven la luz de lo enseñado.  
   


 

Soy proclive a poner comparaciones o alegorías de lo más rebuscadas y estúpidas para explicar cosas que quiero decir. Quizás sea un problema de lenguaje o una mala conexión de unas neuronas infectadas de cultura basura durante tantos años machacándolas con todo tipo de estímulos extraños y más o menos convenientes. Pero siempre suelo intentar guardarlas o adaptarlas a los contextos donde ser dichas. Hoy voy a ignorar el filtro. Perdonen de antemano...

Todo este tema me recuerda a un capítulo de “90210 - Sensación de Vivir”, aquella serie tan maravillosa que nos marcó a toda una generación y que hizo que anheláramos ser una estudiante más de Beverly Hills y ser invitadas a barbacoas en el jardín de los Walsh. En aquel capítulo se debatía en nuestro amado High Scholl, la pertinencia o no de instalar una máquina de preservativos en él. La tensión del capítulo se podía cortar con un cuchillo fotograma a fotograma y todos estábamos con el corazón en un puño esperando cuál sería el desenlace y qué postura adoptarían nuestros héroes de la pequeña pantalla. Los Dylan, Brandon, Kelly, Brenda y demás. Pero lo que no esperábamos nunca y nos encontramos para dejarnos totalmente epatados, fue que tomara protagonismo Donna Martin. La virgen del grupo. Probablemente el personaje menos preferido para todos. La hija del productor metia con calzador en la serie... En un maravilloso giro del guión, digno de los mejores momentos de “The Wire”, “Los Soprano” o alguna que otra teleserie que están en el olimpo del género, Donna, de la que todos esperábamos que estuviera en contra, debido a sus convicciones, se mostró a favor de la maldita máquina de condones, desatando la euforia de todos y consiguiendo que la decisión se fuera a su terreno. Donna expuso que aquello era como si tenía una piscina en casa. Podría construir un muro cada vez más alto para que sus hijos no saltaran y se ahogaran en ella. Pero por muy alto que fuera el muro, tarde o temprano, los niños saltarían y se zambullirían en la piscina. ¿No sería mejor enseñarles a nadar? Aquello fue el acabose y todo el mundo rompió a aplaudir mezcla de la sorpresa y de la admiración por su posición en el tema. 





Mis neuronas y mi insuficiente cultura friky me impiden recordar más de cómo acabo aquel maravilloso capítulo. Quizás no sea importante. Seguramente todo no sea más que algo que hay que ver con la perspectiva adecuada. Prohibir la subida a La Bestia, sin más, sin ninguna otra medida que lo acompañe y que cree un modelo que pueda paliar en cierta medida el drama que supone migrar por México, no sirve para nada. Quizás sea necesario que el tonto deje de mirar al dedo y ponga sus ojos en la luna para que toda su luz le indique cómo actuar.



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