miércoles, 4 de diciembre de 2013

El cuento de Erick




Esta no es una historia como todas las demás. Por aquí ninguna historia se parece a otra, pero la historia de Erick es diferente porque es la de Erick. Es el cuento que Erick quiso que contáramos.

Ayer se fue del Albergue. Rumbo a Oaxaca donde su madre le ha conseguido un trabajo haciendo todo tipo de labores en la finca de un señor. Su madre, la que le espera en EEUU hace algún tiempo, con su padrastro. Sus palabras dicen a trabajar en una casa, en un terreno. En Oaxaca, o por ahí. Haciendo cosas

Esta es la historia de Erick y ni siquiera lo hemos presentado:




Erick tiene una limpia y fascinante sonrisa. Una risa que te obliga a acompañarla a cualquier sitio que quiera ir, sin que puedas decir que tienes cosas mejores que hacer. No te invita con ella, te coge de la mano y te arrastra. Un cuerpo joven de mediofondista alargado por unos encrespados y rizados cabellos que luchan por agarrar el sol o lo que haya más arriba, aunque en ocasiones se oculten bajo ineficaces gorros.

Es Salvadoreño. 

Nació en San Salvador, la capital. Concretamente a las cuatro y algo del 8 de Enero del 96. O sea que será mayor de edad en poco más de un mes. Allí vivía hasta hace poco bajo el cuidado de su abuela, siendo el menor de cuatro hermanos. Para ser exactos, hermanas. Menos él. Su mamá está en EEUU con su padrastro aunque eso ya lo hemos dicho. Lo que no hemos dicho es que su papá nunca se hizo responsable de nada. Lo conoce pero nada. No hay nada más que decir al respecto.

Erick nos recibió al llegar como si nos conociera de toda la vida. Nos mostró una falsa apariencia arrogante del que te hace saber que ese es su territorio y nosotros acabamos de llegar, al tiempo que nos invitaba a sus juegos burlescos de doble dirección. Y tras lo evidente, la pregunta constante, el interés casi infantil por todo lo que suene a España, por un posible paseo por allí bien recomendado y por sus mujeres. Siempre sus mujeres.

Su mamá está en EEUU. La primera vez que se fue, dejó a Erick siendo un niño de pocos meses, en brazos de su abuela, su verdadera mamá tantos años. Recuerda cuando se fue, pero no cuando volvió. Quizás lo recuerde perfectamente por las historias que le ha contado su mamá, no la de EEUU, sino su abuela. Si recuerda que dormía con ella, jugaba con ella, pasaban ratos y días en la cama. Recuerda mucho cuando se fue la última vez. Pero mucho. 
Ya no volvió nunca, pero le espera en EEUU con su padrastro. 

Recuerda pasar una crisis terrible. Sin luz. Recuerda la luz cortada con tres o cuatro años. Y aquella vez su mamá se fue por segunda vez. Aquella fue la última. Recuerda a su abuela llevándole cogido en sus brazos a la iglesia. Recuerda mucho como iba con su abuela a todas partes.

Erick es el más llamativo de un grupo por su aspecto y su lenguaje corporal y onomatopéyico. Pero es un escudo tras el que se oculta un niño. Un inseguro y tímido adolescente venido a mayor por todo lo que vive y le rodea.

Después de compartir muchos detalles de su vida le viene a la cabeza el día que volvió su madre. Estaba viviendo en Zaragoza, en la Libertad. Estaban jugando fuera, en la calle y la vieron venir caminando. “Mira, es tu mamá”, le dijo la abuela. Ahora él quiere llegar a EEUU a verla antes de Navidad. Sin prisa, pero antes de Navidad. Quiere estudiar, trabajar. Sueña con tener una gran empresa. De cualquier cosa, pero grande y fuerte. Si pudiera elegir un futuro ideal sería tener una empresa.

Quiere subir a EEUU con un coyote. No en el tren. Esa bestia en la que se montó dos veces. De Arriaga en Chiapas, a Ciudad Ixtepec. Y de Ixtepec a Medias Aguas. Donde todo cambió. En ese trayecto los tiraron del tren. Era un 27 de Octubre. Iba con su tío. Lo conocimos. Era buena gente, pero ya no está por aquí.

Erick es un chico a una BlackBerry pegada y pegado a su boca llena de piercings, unas palabras y una inevitable aduana a pagar siempre en forma de saludo burlón, intercambio de frases hechas más o menos asumidas y mucho más. Una BlackBerry que le manda constantemente pitidos que informan de haber recibido un mensaje de su mamá. Esa BlackBerry permanentemente enganchada a la wifi del albergue que es la que le permite responder a su mamá a todas horas, entre canción y canción que gusta tanto de compartir con los demás mientras hace como si esperara algo, sin saber muy bien qué es según pasan los días. Sólo mira y mira, teclea y teclea, porque sabe que en esos mensajes que intercambia con su mamá está la respuesta.

El cuento que Erick nos pidió que contáramos, no incluía inicialmente caminar seis kilómetros después de que los tiraran de tren. Para llegar a Medias Aguas. Ese cuento que no incluía a su tío y a él pidiendo en Medias Aguas en plena madrugada porque no tenían nada, para llegar a la tarde del día siguiente, de vuelta, a Ixtepec. Aquí sabían que se encontrarían bien y podrían estar tiempo. Y aquí estaban. Hasta ayer que Eric se fue. Su tío se fue antes. A arreglar papeles. Eso le dijo. 

Erick nos pidió hace tiempo que contáramos su historia y le prometimos un cuento. Y en los cuentos no salen maras en El Salvador. Ni siquiera deberíamos nombrar a la 13 salvadoreña. Esa mara que subió a las afueras de alguna ciudad al tren. Como treinta y algo de ellos. Armados y preguntando con quién venían. Pidiendo 3.800 dólares porque les iban a llevar hasta el otro lado. La conocida MS-13. En los cuentos nunca se habla de que hubo una contraoferta hondureña y que los miembros de la 13 volvieron y preguntaron si aceptaban la “oferta”. Pero como en este cuento si aparecen dioses. En concreto al que Erick da gracias porque pararon el tren con las palancas y no pasó nada. Sólo les tiraron. Llevaban armas y esperaban cualquier cosa. No pasó nada. Gracias a Dios.

Erick se ríe y siempre nos mira, nos saluda, nos pregunta y se ríe y nos hace reír. Pero, sobre todo, te pide tabaco. Y le das tabaco, y compartes cigarros, y le explicas precios, formas, maneras y sabores… Y vuelve a irse a España. Como con las mujeres.

Sus hermanas mayores nunca han intentado subir. No parece que lo vayan a intentar nunca. La mayor está casada y tiene un niño. Las otras dos están estudiando al cuidado de “mamá” abuela. Le da mucha pena dejarla atrás. Pero tiene que hacerlo. Tiene que seguir sus sueños y encontrarse con su otra mamá. 

Por aquí ha hecho amigos, pero no quiere viajar con ellos, prefiere hacerlo sólo. Me he acostumbrado dice, a hacer las cosas solo. Pero no viaja sólo, lo hace bajo la responsabilidad de su madre, no la suya. De momento. Hasta que pase un tiempo, se haga mayor y tenga que pensar en algo más, y ser más responsable. Todo cambiará cuando sea mayor de edad. Tendrá que responsabilizarse de él. Y en un tiempo más allá, todo cambiará cuando tenga su familia. Pero primero él. Ahora piensa en que encontrará una mujer que le quiera para hacer realidad todos sus planes. No se desespera. No tiene prisa.

Nos veremos en España. Algún día.

Seguramente en un animado bar lleno de españolas...




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